- En determinado momento,
aparece en el bosque una personificación, ella,
que, en cierto modo, resulta clave: ¿podría realizar un retrato robot de tan
enigmático personaje?
- Ese ella que, en un
momento determinado, aparece en la primera parte del libro, es la causante,
inconsciente por cierto, de que Bosque de
eucaliptos también pueda encuadrarse
dentro del realismo utópico. El personaje está formado por más de un
personaje real, todos convergentes en la idea, pero no en el mismo momento de
mi vida.
- Comparecen en el libro los
temas obligados de toda gran poesía: el tiempo, la muerte, la infancia, el
amor, la soledad… ¿por qué cree que interesan todavía?
- El día en que estos temas dejen de interesar, la humanidad estará
perdida, porque habrá dejado a un lado aquello que nos diferencia de los meros
robots: el recuerdo, el amor, la nostalgia, la sensibilidad…
- El lenguaje del libro es
coloquial, aunque sin concesiones a ciertas modas, que lo hacen descender a los
argots de la marginalidad; sin embargo, el tono es elevado y el discurso
transcurre por los confines de la metafísica: ¿Qué trata de decir a sus
lectores?
- Efectivamente, he procurado que el lenguaje, cuidado y medido por
otra parte, sea lo suficientemente claro como para evitar al lector viajes al
diccionario. Mi poética no está reñida con la claridad, todo lo contrario;
pero, eso sí, se mueve en la línea metafísica por donde acostumbro a llevar mi
discurso. Creo, y lo creo firmemente, que toda poesía debe ir sustentada por
una filosofía clara y definida; filosofía a la que cualquier autor que se
precie no debe nunca abandonar, porque
perdería su propia esencia, su mismo igual discurso.